Nacido en Olean, en el estado de Nueva York, de padres católicos italianos, provenientes de Brenzone su Galda, Louis Zamperini comenzó su carrera deportiva en 1932 con el atletismo, en los últimos tres años de secundaria se mantuvo invicto después de establecer varios registros.
En 1936, Zamperini decidió intentar clasificar para los Juegos Olímpicos. Los atletas tenían que pagar por el viaje para participar en las pruebas olímpicas, pero desde que su padre trabajaba para el ferrocarril, Louis consiguió un boleto gratis para el tren, mientras que un grupo de comerciantes de Torrance, aportó una colaboración para que el héroe local se pudiera mantener una vez que llegue a su destino.
Terminó en el octavo lugar, después de haber hecho una excelente última vuelta en 56 segundos, lo que llamó la atención de Adolf Hitler, quien insistió en una reunión personal. En 1940, el sueño de participar en los Juegos Olímpicos de Tokio, cancelado debido a la Segunda Guerra Mundial, desapareció como un bombardero en la aviación.
En 1943, un accidente aéreo hizo que se estrellará el avión en el Océano Pacífico, con su B-24, resistiendo durante 47 días a las inclemencias del tiempo, a la furia de las aguas y las balas japonesas, comiendo pescado crudo, en compañía de sus dos compañeros soldados, de los cuales uno no sobrevivió. Es en este momento que, como ateo, comenzó su conversión de la fe. Zamperini comenzó a ver a Dios como el único salvador posible, prometiendo dedicar su vida si logrará sobrevivir.
Después de 47 días, fue capturado por la Marina japonesa y deportado en una prisión militar controlada por la feroz sargento Watanabe quien lo sometió a numerosas humillaciones, tal vez inspirados por la rivalidad que tenía Zamperini con Kohei Murakoso. Zamperini, héroe de guerra, encuentra la fuerza para resistir y sobrevivir y, finalmente, gracias a la fe que comenzaba a vivir incluso encuentra la fuerza para perdonar a sus perseguidores. Luego regresará a casa al final del conflicto. Él seguirá su carrera olímpica después de regresar a Tokio en 1997, a los 80 años, lo que lleva a una repentina la antorcha olímpica para los Juegos Olímpicos de Invierno en Nagano 1998.
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